Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces [patadas] contra el aguijón». —Hechos 9:5 RVR1960.
Esta frase de aquellos tiempos se relaciona con la imagen de un buey que daba patadas al mismo aguijón con el cual su amo lo punzaba para seguir avanzando; por su parte el texto bíblico nos enfoca a Saulo de Tarso, un judío empecinado en su sabiduría religiosa a destruir el plan que Dios había diseñado desde la eternidad, plan ante el cual este se terminó derrumbando (y es claro, no se puede luchar contra Dios). Finalmente, la compresión del perseguidor Saulo lo termina transformando en el seguidor de Jesús más notable de su tiempo.
Considero que estos tiempos son complicados para la cristiandad, ya que se ataca la fe de una manera diferente a siglos atrás: no por medio del físico como presión a la renuncia, sino por medio de la seducción como arma hacia el alma. Alguien dijo: “Si no lo puedes frenar ¡empújalo!”, es así que esta persecución ofrece favores, vanidades, placeres gratis y hasta oportunidades de grandes reconocimientos sociales. Hoy día estas millares de propuestas, como modas actualizadas (donde notablemente se busca la desintegridad y no la integridad), la ley del menor esfuerzo a costos económicos considerables (como ofertas políticas de dinero), hasta llegar a alturas de grandes logros y reconocimientos públicos, como sucede en el deporte, la profesión y la política.
Mas al mirar la iglesia y la gente que conquistó el corazón de Dios, uno encuentra a personas súper enfocadas en Él y no distraídas en este mundo, gente que golpeó tanto la puerta de los cielos que los hizo temblar y finalmente abrir, como sucedió con Samuel (1 Sam.7), con David (1 Sam.13.14), con Josías (2 Cro.34-35), con los apóstoles (Hc.2), y tantos en toda la historia pos bíblica que cansaríamos al nombrarlos y leer sus heroicas obras. Esto nos lleva a preguntarnos si Dios ha cambiado o si somos nosotros los que estamos estropeando el deseo divino (aunque estoy convencido de quien es el responsable…). Puedo ver al Dios que siempre ha buscado sus creados, el enfocado en amarlos y conquistar su corazón, deseoso de desbordarlos para enamorar a otros, como ha sucedido en Gales, Estados Unidos, África, Argentina, Colombia y hoy en Kentucky, EEUU, avivamientos que encontraron a los desesperados de hallarlo.
Esto nos direcciona a considerar que el gran estorbo de Dios es nuestro ego personal, el cual quiere saciarse lejos del designio divino, uno establecido bajo su propio desarrollo, queriendo alcanzar sus metas personales, su autosuficiencia, su autosuperación, la súper riqueza, la máxima fama, la belleza inalterable, y la fuente de la juventud, así como lo demostró el humano en la historia de Génesis capítulo 3, donde deseó ser igual a Dios y tener sus mismos poderes. Es claro que cuando la humildad y la pasión empiezan a faltar, otras pasiones toman control y gobiernan, sean deportivas, profesionales, religiosas, políticas, económicas, sentimentales, y cuantas se quieran sumar, valorizándolas y menospreciando el ofrecimiento del Autor de la Vida (Hc.3.15). No hay dudas que sabiendo de esta debilidad humana, el diablo, con la misma estrategia del Génesis intenta comprar voluntades y lo logra, poniéndose la más hermosa o atractiva máscara que considere. Es claro que hoy nuestros políticos entienden mucho de esto, y más allá de los que conocemos, hay una casta súper poderosa que desea que este mundo gire en torno a sus designios, y solo a favor de sus ansiedades. Por esto, hoy la iglesia no debe correr en busca de benefactores incrédulos a fin de que acuerden con ella, sino debe oír perfectamente a su SEÑOR y SALVADOR (Deut.28.1-2), haciendo de esta forma que esta generación ambiciosa de poder le tema al Dios que respalda a la iglesia; por esto debemos reflexionar en nuestro pensar, desear y actuar, para no ser el ganado de los que «quieren usarnos», y ser, por el contrario, «el Pueblo del Dios que nos ama y nos anhela bendecir». Aquí es donde debemos considerar usar nuestro cerebro, dando lugar al Espíritu Santo, meditando concienzudamente a quien estamos siguiendo, si a nuestra ambición, y así la encubierta de otros, o la de Dios.
La iglesia que conocía al Espíritu Santo atraía la gente, no eran ellos los que iban tras las propuestas sociales, sino eran los atractivos por haber hallado al MESÍAS (Jn.1.41, Hc.2.47), y esto agradaba a Dios y así los respaldaba de manera gloriosa (Mr.16.17-18, Jn.15.7); es claro que el mensaje de salvación no se extendía por buenos equipos de audio, ni por buenas luces, ni por cortinas de humo, ni por predicadores bien vestidos o buenos músicos, ni siquiera por beneficios políticos, sino por el poder del Espíritu Santo (Hc.1.8), y la pasión embarazosa que se extendía por medio de cada creyente a la sociedad necesitada; allí no había humano famoso, solo un nombre tenía fama ¡el nombre de Jesús el Mesías!; y no había creyente que no lo llevase donde fuere.
Considerando lo de Ken-tucky, creo que Dios está buscando en todas las sociedades gente hambrienta de Él, los inversores de los 10 días de clamor (Hc.1.14), los que encuentran el sentir de su Espíritu Santo (Fil.2.5, Hc.2.1-4), los separados para su Gloria, los que creen y les siguen las señales, aquellos de su confianza que hacen lo que Él espera.
Estoy convencido que debemos re enfocar nuestros «enfoques», que debemos considerar cual es la meta que estamos persiguiendo y cuales pueden ser nuestros finales, pensar muy bien qué medios usamos paras alcanzar metas y respondernos si son los que Dios espera, los que Él respalda; ya que sino puede que estemos golpeando el aguijón infructuoso que solo nos finaliza lastimando y llevando a un fracaso.
Dios hoy sigue buscando, moviéndose como en el principio de la creación (Gn.1.2) queriendo hallar esos corazones sedientos de su Vida Abundante para transformarlos en una fuente que salte para dar Vida a otros.
No, Dios no ha cambiado; somos nosotros quienes hemos considerado y tomado opciones fáciles y engañosas, dejando lo hermoso de su intimidad y su camino, para hallar métodos humanos supuestamente exitosos; es hora de reenfocarnos en lo íntimo de su casa y hallarlo, y así, al encontrar tanta inmensidad, desparramarla ante una humanidad sin esperanza.
Simple: busca al Espíritu Santo, déjate desbordar, y lleva lo que hallaste hasta lo último de la tierra.
Pdta: empieza ahora.—