David es enviado por su padre para que les lleve comida a sus hermanos, pero cuando llega al lugar escucha que un guerrero llamado Goliat todas las mañanas salía y desafiaba al ejército, pero el entorno que rodeaba a David era negativo y nadie recogía el desafío. Entonces David se ofrece a Saúl para poder enfrentar al filisteo: se le abre el entendimiento y se da cuenta que ese era su día. Entiende lo que está pasando, entiende que nadie quiere ir, entiende que el gigante está ahí, como obstáculo pero también como puente al futuro. David ya está ungido, entonces entiende el futuro pues el profeta y sacerdote Samuel le había profetizado ya sobre su futuro. Por lo tanto, entiende el día y el mañana, pero también entiende el pasado recordando que cuando venía un león o un oso a atacar a alguna de sus ovejas, él lo perseguía, recuperaba su oveja y lo mataba, entonces entiende que ya se estaba preparando para ese día.
De la misma manera nosotros tenemos esos momentos de responder y no solo darnos cuenta de qué está pasando, sino saber que el responder nos puede abrir un mañana diferente. Además, incluso podemos entender la utilidad de algunas cosas que nos pasaron. Por eso, esta es una de las historias más conocidas de la Biblia y los creyentes, perdonando lo redundante, creemos que el trono de David comienza exactamente allí.
David entiende qué está pasando pero el entorno no lo acompaña; su círculo le declara “no podrás” y para “ayudarlo” le quiere dar los recursos que ellos usan. Saúl no puede resolver el desafío del enemigo con sus armas, pero cuando David decide ir, ¡Saúl se las ofrece! David tiene una reacción en todo de acuerdo a cómo Dios se mueve en él: recuerda que mataba osos y leones con piedras y palos, entonces de esa manera derriba a Goliat y lo quita del camino.
No tenemos que jugar con las reglas del infierno, no tenemos que hacer caso a lo que nos dice el diablo, pues quizás nosotros tenemos otras armas. Cuando enfrentemos un ejército más grande que nosotros, no debemos temer, sino que tenemos que proponerles a ellos que se rindan, pues con nosotros está Jehová y ellos ya no tienen amparo.
Ahora, vamos a ver algunas dimensiones de la batalla espiritual que tienen que ver con nuestra vida de todos los días, cosas de la guerra espiritual que pasa en nuestra cabeza y alma. La guerra espiritual transcurre con un actor que en la Biblia está identificado como Satanás que viene del hebreo shaatan que quiere decir: adversario, el opositor. ¿Cuál es el rubro de tarea del infierno?: estar en contra. La Biblia lo define de diferentes maneras y el apóstol Juan escribe en el capítulo 5 “que el mundo está bajo el maligno”. Pablo en Efesios capítulo 2 nos dice que nosotros andamos a contramano, a una contra corriente, nos movemos con una contra cultura, creemos en otras cosas por eso tenemos confrontación.
No hace falta que nosotros confrontemos, solo nuestra manera de ser confronta. Nosotros creemos “cosas raras”, nos dicen que “somos raros”, pues cuando alguien nos hace mal, le hacemos bien, cuando alguien nos maldice, lo bendecimos, si alguien nos agrede, perdonamos.
Y hablando de perdón, debemos perdonar todo, pues el rencor es una fuente de enfermedad. El autor de hebreos nos dice en el capítulo 2 “corran sin peso”, en el texto griego dice: “sáquense de encima los oncos” (de allí viene la palabra oncología que está relacionada con el cáncer). Y el texto sigue diciendo que si no lo sacamos de encima pueden brotar raíces que nos contaminen, o que nos enfermen todo el ser. El perdón es un recurso para vivir sano, el perdón trae libertad y desaloja una emoción muy contaminante como el rencor.
Quizás la otra persona no merece ser perdonada pero nosotros merecemos vivir libres: por eso Dios nos dio la capacidad de perdonar. Hay que caminar hacia el perdón, ya que él no viene hacia nosotros sino que nosotros vamos hacia él, decidiendo perdonar. Mientras no lo hagamos el infierno tiene un motivo para frenarnos.
La guerra espiritual la tenemos en nuestra cabeza, las batallas en el alma, esos diálogos internos y las evaluaciones de lo que merecemos o no, o los cuestionamientos y muchas veces hay personas que se pasan toda la vida empantanadas en ese lugar.
El punto no es si tenemos razón o no, sino cómo se quiere vivir, si libres o toda la vida con carga. El rencor aparece en lo interno del alma como una voz, habla, se expresa, define cosas, nos lleva a pensar en quienes nos hicieron daño y propone historias. Lo peor que podemos hacer después de haber pasado por un período de maltrato, es conservar la amargura que el maltrato nos dejó en el alma; esto es una mala decisión pero el perdón es el recurso para liberarse.
El perdón no es una emoción, es una acción, el perdón es como un lugar a donde vamos, es un territorio.
Cualquiera que pasó por ello sabe que la acción de entender a la acción de operar y accionar por más que haya poca distancia, hay mucha distancia emocional y no es tan fácil. Pero la Biblia nos dice que hay una dinámica para traer libertad y es que “las cosas se creen en el corazón y se confiesan con la boca para alcanzar rescate” (salvación); muchas veces necesitamos que Dios nos rescate más de una vez. No es lo mismo proclamar que no hacerlo, la palabra en la batalla adquiere un peso muy especial, pero no solo la palabra entendida, sino que la palabra accionada por la declaración, debemos proclamarla, que nuestros oídos oigan la declaración. Hay mucho en la palabra proclamada, algo se mueve, se activa.
El perdón, la sanidad, son un territorio. No es una experiencia de un día, de un momento, es un lugar donde decidimos mudarnos y quedarnos a vivir ahí en el nombre de Jesús, pero el infierno nos invita a salir de dicha área todo el tiempo. Nosotros debemos decidir dónde queda la casa, no qué experiencias vivimos, sino dónde vivimos.
Vivir libres es parte de nuestra herencia, es nuestra tierra prometida y debemos cuidarla.
Dios tiene siempre palabras de bien para nuestras vidas; la comunicación de su parte nunca se corta, pero el problema es cuando tenemos demasiado ruido en la comunicación. Entonces, por más que Dios nos hable, no lo podemos escuchar. Dios nunca falta a la cita, nunca deja de hablar, Él nunca se calla la boca, pero el problema es que estamos escuchando el ruido que hay entre la palabra de Dios y nosotros. Las voces no se van a callar porque el diablo las va a seguir usando toda la vida. Pero el tema es que vamos en búsqueda de lo que Dios tiene para nosotros. Nos soltamos de esas voces hasta que pierden autoridad completamente sobre nuestras vidas, entonces podemos escuchar cuanto Dios nos ama sin interferencias en la comunicación.
Cuando decidimos perdonar le sacamos la autoridad a todas las voces que no nos dejan escuchar a Dios.
Génesis 37
En este pasaje encontramos un hombre llamado Israel, quien antes se llamaba Jacob. En algunos capítulos previos vemos que una noche se pelea con un ángel, quien en la mañana siguiente le cambia el nombre por Israel (”mi propiedad”). La Biblia a partir de ese día lo nombra de esa manera. Israel tenía varios hijos pero uno de ellos llamado José se volvió uno de sus favoritos; entonces, los hermanos, celosos, lo tiran en un pozo vendiéndoselo a unos árabes. Rubén el hijo mayor no quería volver a ver a su padre sin tener respuesta de lo que le había pasado a José; entonces otro de los hermanos se le ocurre manchar el manto que José llevaba con la sangre de un chivo.
Le llevan el manto al padre diciendo lo que supuestamente le había sucedido a José, a lo cual el padre responde que a causa de eso estaría angustiado hasta la muerte. Pero José no estaba muerto. Sin embargo, Jacob es ese tipo de vidas que siempre están listas para vivir lo malo y no creer que le puede pasar algo bueno, (por eso en la Biblia después se le vuelve a llamar Jacob). La historia sigue y José se vuelve el Nº 2 del reino más importante de toda la época y desde esa función manda a buscar a su padre y se da a conocer a sus hermanos, ellos le dan las buenas nuevas a su padre de que José vivía, pero el corazón de Jacob se afligió porque pensaba que lo se burlaban de él.
En el contexto de esta historia bíblica, nos cabe preguntarnos: ¿quiénes somos, los de las historias tristes o de las sanidades maravillosas? ¿Dónde vivimos, cuál es nuestra vida? Cuando hablamos de nosotros, ¿qué historia contamos? ¿Cuándo las contamos, cómo la contamos? Porque hay gente que recibió sanidad, pero sin embargo sigue hablando de las amarguras del pasado. ¿Cuál es nuestro nombre? El nombre nuevo que Dios nos dio, ¿lo estamos cuidando? Esa es nuestra herencia. Nos quedan los recuerdos de lo que pasamos porque Dios no nos borra la memoria, no nos lava el cere-bro, sino que nos sana, que no es lo mismo.
La palabra nos dice que Dios nos ha dado autoridad, las cosas se creen en el corazón, pero se proclaman para vida eterna en el nombre de Jesús. Cuidemos nuestro territorio, nuestra tierra, el Señor hace todo nuevo. El perdón que extendemos debemos cuidarlo, el rencor del que nos libramos es el rencor del que nos mantenemos libres, no es una historia de un día, sino que es una historia de una nueva vida que tenemos en Cristo Jesús.
Aconsejo atar toda voz infernal que nos acusa, que nos quiere volver al barro, en el nombre de Jesús. Es una batalla, entonces reprendemos todo mensaje que nos invita a volver al barro, todas las voces que vienen a descalificar, a desvalorizar, a quebrantar nuestra alma. Nos mantenemos libres en Cristo.
Miqueas 4
Dios le habla de los diferentes tipos de ovejas. Y expresa que en el día de la restauración Dios agarrará a la renga, la cual quedará como remanente. También habla que la descarriada, a la cual Dios la restaurará, no puede andar en manada. Hay muchas maneras de andar solo, podemos estar rodeados pero sin embargo permanecemos solos. Hay personas que les cuesta abrir el corazón, que están con la manada de la familia, quienes muestran su afecto pero esa persona no puede hacerlo: no está sola pero igualmente permanece descarriada, se vuelve débil. Una oveja es fuerte cuando tiene otras ovejas a su lado, pero cuando está separada es débil.
No hay manera de ganar la guerra espiritual estando solos, la autoridad espiritual está sobre el pueblo. La autoridad sobre nuestra casa la tenemos nosotros, pero la autoridad sobre la ciudad la tiene la Iglesia.
La Biblia nos menciona que nuestra voluntad está en nuestras entrañas, desde nuestras gargantas salen los gritos y de las entrañas los clamores. En la guerra espiritual debemos decidir si gritamos o clamamos, debemos decidir dónde está nuestro depósito, nuestra autoridad en Cristo, que haya más clamor que gritos. Mucha gente grita porque no tiene rey, pero nosotros clamamos porque sí tenemos rey, la palabra nos dice: “clama a mí y yo te responderé”. Muchas veces viene el infierno a recordarnos el pasado pero debemos recordarle al diablo su futuro, porque nuestro pasado está lavado en la sangre de Cristo pero él no puede escapar.
Nuestro futuro está firme, nuestro pasado restaurado y el futuro del infierno también está firme, pero nosotros estamos en victoria. Nadie nos puede condenar pues Cristo nos liberó. Nuestra libertad no viene de la perfección, sino de la consagración. Nada nos separará del amor de Cristo Jesús. Hay tres cosas que debemos tener claras a la hora de hacer guerra espiritual: vencemos por la sangre, la palabra y la entrega —Apoc. 12:11.
Por esto: nuestro futuro está en Cristo Jesús.—