Pareciera que Dios está obligado a realizar cualquier cosa con tal que todos mis asuntos vayan bien. Es más, muchos creemos que eso es lo que enseña la Biblia. Sin embargo, si observamos algunos relatos bíblicos veremos que esto no es así. El apóstol Pablo, quien fundó más iglesias y escribió más libros del Nuevo Testamento, no terminaba de pasar alguna situación que atentaba con su vida que inmediatamente aparecía otra más complicada que la anterior. En una ocasión un profeta (Hechos 20. 10-12) y en otra un sueño (Hechos 18.9,10),  afirmarían que lo que vendría sería más complejo todavía.
Si tenemos en cuenta estos relatos y los comparamos con los mensajes de algunos que ostentan títulos auto impuestos, veremos lo lejos que estamos de la Palabra de Dios. Ni una vez al apóstol Pablo se le acercó alguien a decir: “Una nueva unción llega a tu vida para comenzar nuevas congregaciones; serás famoso y muchos vendrán a ti para recibir lo que tú tienes y tú les darás cobertura y recibirás su siembra, ya que eres buena tierra”. Las veces que un mensaje de Dios llegaba a la vida del apóstol le decía que el próximo ataque sería más fuerte y que Él estaría a su lado para fortalecerlo. Afirmó: “Lo único que sé es que en todas las ciudades el Espíritu Santo me asegura que me esperan prisiones y sufrimientos” (Hechos 20,23 NVI).  
Enseñanzas basadas en que “todo va a estar bien” lo único que siempre han logrado, es tener discípulos que fácilmente se deprimen porque creen que Dios no está con ellos, cuando surgen las adversidades. Aparecen aquí, tal los amigos de Job, personas a decir que se encuentra en esa condición por algún pecado, sin tener en cuenta que la vida es un trato que Dios tiene con nosotros. No cuentan con las herramientas necesarias para enfrentar un problema y fácilmente se rinden.

El precio de testimonio
Por otra parte, es muy egoísta pensar que hoy a mi todo me irá bien cuando a muchos les costó la vida anunciar el mensaje de Jesucristo. Personas que nunca predicaron ni compartieron su testimonio con otros se creen con derecho a reclamarle a Dios, que todo debe irles bien. Revisando la historia veremos que los discípulos no murieron llenos de vida y en una cómoda cama rodeado de sus seres queridos; te animo a investigar cómo murieron los discípulos del Señor. El mismo apóstol Pablo pereció decapitado por anunciar el evangelio.  El escritor de Hebreos, luego de mencionar a los héroes de la fe nos recuerda, “Todos ellos vivieron por la fe y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las miraron y les dieron la bienvenida desde la distancia. También confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra” (11,13 NVI).
Entonces, ¿no presta atención el Señor a nuestros sufrimientos? Sí que lo hace, pero seguramente no es como nosotros esperamos y anhelamos. Lo más importante del mensaje bíblico con relación a las situaciones que pasamos en la vida, es que Él está en control de todas las cosas. En Isaías 41 encontramos una comparación entre el Dios verdadero y los ídolos. El único que esta en control de todas las cosas es nuestro Dios. “¿Quién realizó esto? ¿Quién lo hizo posible? ¿Quién llamó a las generaciones desde el principio? Yo, el Señor, estoy con los primeros y estaré con los últimos” (41,4). Ocurre lo mismo en el libro de Daniel, “Tú eres el Dios de la historia. Todo en el mundo sucede porque quieres que suceda. A unos los haces reinar, y a otros los quitas del trono. Tú haces que los sabios entiendan los misterios más profundos. Donde tú te encuentras no hay lugar para las sombras, porque la luz eres tú”.  (2,21 TLA). Muchos otros pasajes de la Biblia nos señalan lo mismo: Dios está en control de todo.

Una conclusión esperanzadora
Aunque no podamos entender el porqué de nuestro sufrimiento no debemos olvidarnos que Él sigue en control de todas las cosas, aunque nuestra realidad circundante y todos o algunos de nuestros asuntos personales no estén bien o no estén cómo nos gustaría. —