| Por Periódico Cristiano Rhema

 

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 Nuestro presidente, en su asunción y aun antes, introdujo un concepto bíblico en su discurso, el de las “fuerzas del cielo”, citadas en 1 Macabeos 3: 19, que expresa: “Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo”.

Imaginamos que la mayoría de nuestros lectores sabe que la Biblia que utilizamos los evangélicos, difiere de la utilizada por los católicos, a la que pertenece el libro citado. Para los recién llegados, aclaramos: ellos tienen una Biblia con 73 libros (1.329 capítulos) y los protestantes una con 66 libros (1.189 capítulos). En la católica se anexan los libros 1 y 2 de Macabeos, Tobías o Tobit, Judit, Baruc, Sabiduría y Eclesiástico y parte de los libros de Daniel y Ester: son los libros deuterocanónicos. Desde la perspectiva evangélica estos libros no son inspirados por Dios y por ende los llamamos apócrifos o seudoepígrafos. Aclarado este punto, no podemos discutir que hay fuerzas en el cielo y que está bueno buscarlas.
Pero las mismas no están disponibles para cualquier ser humano que necesite un ejército privado para lograr sus objetivos. Las fuerzas del cielo podemos decir que equivalen, nada más ni nada menos, que a la voluntad de Dios de ayudar a sus hijos, los que se conectan con Él a través del reconocimiento de su Hijo como Salvador, mediante la oración y la lectura de su Palabra, la observancia de sus mandamientos y, esencialmente, a través de la fe.
Volviendo a la invocación que hace el primer mandatario de esa legión sobrenatural que ayuda divinamente a los audaces, debemos decir que sí hay un Jehová de los Ejércitos, pero también un Príncipe de Paz (Isaías 9:6). Y también sería bueno que los entusiasmados por este “ejército” celestial leyeran el renombrado versículo de Zacarías, el 4: 6: “… No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” —estableciendo otro orden de cosas.
Así dado el contexto de esta sorpresiva espiritualidad invocada, nos plantamos con cara al 2024, que sin lugar  a dudas se presenta crítico y pleno de incertidumbres.
Los creyentes corremos con una ventaja cierta: Yahveh-jireh (el Señor proveerá), el Señor abre caminos, el Señor bendice a los que en Él creen, el Señor “nada nos hará faltar”. Pero al mismo tiempo, todo tiene su momento y circunstancias y no podemos decir que somos intocables ante la crisis, ni inmunes a los tarifazos, ni que estamos libres de un despido en la empresa y mucho menos que nuestro salario no se deteriorará con la inflación desmadrada.
Ante esto, busquemos las auténticas fuerzas del cielo, las que bajan con oración, con clamor, con adoración y entrega plena del corazón al Señor; y con fe.
— Sumemos las “fuerzas de la tierra”
Asimismo podemos utilizar “las fuerzas de la tierra”, que así podemos llamar a todo lo que hagamos en forma personal, en cuanto a decisiones, actitudes y estrategias prácticas (exclusivas de la comunidad evangélica), para salir airosos en la etapa que se avecina, que tal vez nos sirvan a todos para aminorar los efectos malsanos del “ajuste” y de la pretensión mesiánica de cambios radicales en nuestra cultura.
Sugerencia de índole “política”
En el fervor de la indignación, del enojo o el del “querer tener razón”, muchos creyentes olvidan que la iglesia es casa de Dios y da cobijo a todos: a un peronista, a un radical, a un liberal, a un ultra liberal, a un kirchnerista, a un comunista creyente (que los hay). Por ende, la iglesia es un espacio de paz y de construcción espiritual; hay que morderse la lengua y dejar las batallas ideológicas para otros ámbitos. De todas maneras vale mencionar que sería bueno poner esa enjundia en conquistar almas y ayudar al prójimo más que en querer imponer puntos de vista ideológicos. Somos portadores de una esperanza de vida eterna y esto es mucho más importante que ser militantes de tal o cual “verdad” política.
Sugerencia de índole “colaborativa”
Son tiempos difíciles y en estos tiempos debe primar el ayudar a los hermanos y hermanas, aquellos que puedan —comenzando por la iglesia a la que se asiste. No es tiempo de amarrocar para tiempos futuros. Es momento de ofrendar, de brindarse, de sostener ministerios, —obviamente hablamos de aquellos que han sido bendecidos y tienen recursos genuinos.
Lo sabemos: cuando el Señor nos llama a su presencia, no pide un estado de cuentas. Entonces, como recomienda Pablo: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” —(2 Co 9:7). Muchos alegan que dan con todo su corazón, pero uno puede ver que este es así de chiquito 👉🧡. ¡Es tiempo de agrandarlo!

Sugerencia de índole “reconstitutiva”
Hay una realidad que se prefiere soslayar, más que enfrentar: la Iglesia pospandemia no es la misma que previa a ella. Hay mucha gente que no regresó y anda deambulando en su hogar frente a algún canal de YouTube que brinda culto por streaming. Es un remanente que debiera estar en la iglesia para fortificarla y 

engrandecerla, pero hoy está alejado y con ello debilita a las iglesias —no hablamos de todas, sino de muchas.
Estos hermanos se dicen evangélicos pero en realidad, están sin identidad: es como si un futbolista que ha debido dejar la práctica activa por alguna lesión o inconveniente y hoy solo ve los domingos un encuentro tipo Manchester City vs Liverpool, cree que con esto le basta para seguir llamándose “futbolista”. Por supuesto, no se puede traer a nadie a la fuerza a la casa de Dios; pero sí se pueden elaborar estrategias reconstitutivas. Entre ellas, el llamado directo de los pastores, indagando los motivos del no retorno, invitando, abriendo los caminos para el regreso. Y hablando de los pastores…
Sugerencia de índole “trabajo pastoral”
El 2024 tal vez sea un año donde esa parte del pastorado que está seducida por la “carrera pastoral”, deje la misma en suspenso (o no ponga tantos bríos en la misma) y se dedique de lleno a sus ovejas.
Sabemos que la feligresía intenta estar cerca de los pastores, que ven a los mismos como psicólogos, médicos, abogados, profesores y demás; ¡somos demandantes de nuestros pastores y, a veces, estos deben poner distancia! Pero también es cierto que los integrantes de la iglesia necesitan del consejo, de la sabiduría, de la palabra esperanzadora cuando las cosas se ponen feas. Y para esto está la consejería pastoral, pero la “atendida por sus propios dueños” (es decir, la que se involucra y no descansa “en los líderes”). Aquí una pregunta a cada pastor, para responder no ante nosotros, sino ante el Señor: pastor/a, ¿cuánto tiempo le dedicó en la semana a atender pedidos concretos de entrevista personal, por parte de su feligresía? La respuesta, con el corazón abierto, puede ser un índice valioso para saber si se está atento a las necesidades del rebaño. Jesús lo dijo: a) “Apacienta mis corderos”; b) “Pastorea mis ovejas”; c) “Apacienta mis ovejas” (Juan 21:16-17). No se ve fácil de hacer esto, sin la mirada directa a los ojos, sin escuchar de primera mano el problema, sin abrazar al feligrés que viene con carga. Pastores: no es juzgarlos ni es demérito intentar crecer como siervos de Dios ya que si reciben más, podrán dar más. Pero es cuestión de balancear las ambiciones personales con las necesidades de la feligresía, que aumentan en épocas de ajuste y de inquietud social —y que estamos inmersos en una de ellas, creemos no admite duda alguna.
Sugerencia de índole “asociativa”
Es posible que esta sugerencia caiga en saco roto porque está dirigida a iglesias “solitarias”, esas que hacen “rancho aparte” y no se integran al grueso de la 
comunidad y, posiblemente, ni se enteren de esta nota.
De todas maneras, planteamos esta sugerencia y pedido que es el siguiente:  ante la situación nacional, alegamos que es momento de dejar la comodidad de la “iglesia apartada”, donde nadie opina, nadie juzga, nadie rompe el status quo de la misma, nadie pone en tela de juicio las enseñanzas pastorales, para inducirlos a recapacitar e intentar sumarse, abrir sus puertas y también oídos y ojos. No significa esto asociarse a una entidad evangélica oficial ni renunciar a su identidad. Pero si somos más, seremos más fuertes y fortaleza es lo que se necesita en tiempo donde todos los espacios luchan por prebendas y por derechos (nosotros estamos entre los segundos).
Hermanos y hermanas pastores de iglesias hurañas: seguramente encontrarán colegas que no son de su agrado (tal vez ustedes tampoco sean de la simpatía de ellos); y es cierto que es muy tentadora la tran-quilidad de las cuatro paredes del templo cuando se compara con el fragor de la espiritualidad diversa que nos forma y define. Pero vuestra presencia y participación es necesaria, en múltiples formas. Los beneficiados serán los creyentes, los actuales y los que están por llegar.
Para concluir, palabras de fuerza y esperanza, entre muchas que se hubieran podido elegir proponemos: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” —(1 Pedro:5:7) y “He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne: ¿habrá algo que sea difícil para mí?” — Jeremías 32:27.
Queridos hermanos y hermanas: ¡buen 2024 para todos!—